domingo, diciembre 28, 2008

bonjour, Aotearoa.


Au revoir.Αντίο Dag.Sampai jumpa.Ciao.
Tchau.Pa.Здраво.Hej då.Zdravo.Farvel.Dovidenia.Adijo.Hei.Iki.Goodbye.Пока.Поки.Tschüss .
Adéu.Adiós..Cześć..Kia ora.
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jueves, diciembre 11, 2008

Palabras de Nina: segunda pausa



“(…) Después me sonrió como en las películas, como cuando los héroes se llevan la mano al sombrero a modo de saludo antes de cabalgar hacia el horizonte del The End. Es en momentos así cuando descubro que después de todo tal vez lo ame, tal vez lo haya amado una vez o tal vez lo siga amando. Tal vez esto sea el amor: un momento. Como cuando te pica la espalda y te cuesta llegar justo ahí para rascarte y de pronto podés, y no hay nada mejor que tus uñas rascando ahí; una forma de alivio pequeño, pero alivio al fin. Y si hay alguien cerca que te rasque la espalda, mejor todavía.”







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Nuevamente: Rodrigo Fresán,
Vidas de Santos

jueves, noviembre 20, 2008

(pausa_1)

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“No recuerdo –seguramente nunca lo supe– el nombre de aquel que dijo algo acerca de que la simple invención, después de todo, es el principal objetivo del arte más complejo; y que uno de los grandes placeres del artista reside en convertir lo inaceptable en creíble con los ademanes exactos que utiliza un pintor desorejado para construir atardeceres demenciales, con la cínica precisión utilizada por un experto escriba para invocar, convincentemente, la fría miel de ectoplasma con que se viste un espectro. Hacer creer: de eso se trata y de eso se trató y se tratará siempre. En el principio era el Verbo y el Verbo era «creer». Creer en dioses o en fantasmas. Es lo mismo.”
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Rodrigo Fresán, Vidas de santos.
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lunes, octubre 27, 2008

aireado.













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En esa época comíamos los chocolates Leger con pedacitos de almendra. Conocíamos a la perfección el recorrido de vinos de la ciudad, luego de largas y repetidas caminatas. Nuestro destino nocturno se regía por aroma a uvas fermentadas y precios bajos de cartas y carteles.
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Creo que los dos supimos disfrutarlo. Jamás nos reprochamos no haber modificado nuestras costumbres y, conociéndonos, eso me resulta suficiente prueba de que estábamos a gusto. Suena tal como quiero, a gusto. Porque no sólo éramos los interlocutores que necesitábamos, éramos también la compañía silenciosa que en nada se parece a la contradictoria pero tan habitual compañía ausente.
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Cada tanto, y muy cada tanto, nos mirábamos cómplices en la puerta de algún cine o teatro para darnos un gustito ocasional. Cada tanto (y menos cada tanto) nos empujábamos a la puerta de algún hotel para sentir y en un instante olvidar el frío de una habitación. Supimos querernos también con el cuerpo y algunas noches hasta creímos amarnos, los dos siempre tan sensibles e ingenuos. Sí, creo que supimos confundirnos y también disfrutar de esa confusión. Recuerdo bien una de esas noches, hasta creo ver el anaranjado colándose por las rendijas de la persiana; su mano áspera se paseaba por mi espalda y yo no podía dejar de contemplar sus ojos perdidos en la oscuridad, reflejando con un humilde brillo algo de aquella luz. - No puedo creer que existas, Hernán.
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jueves, octubre 16, 2008

Parte iii: snow’d citi

Es tanta la devoción, que es preciso viajar aún cuando ya se está de viaje.
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Sentía un miedo terrible. Desde que salí del baño. O antes, no sé, desde que terminé de cenar y me dispuse a caminar hacia la terminal. Miedo a todo, ladrones en el camino, morir de frío al llegar a la ciudad bonita (cabe aclarar que había sido azotada por un temporal de nieve pocos días antes), pero lo que más intensificaba esa sensación de miedo era el viaje, el viaje en micro.
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Nunca tuve explícito miedo a los conflictos de ruta, supongo que por viajar siempre extremadamente extasiada, sea mi destino Bariloche, Mendoza o Tigre. Por eso me sorprendí y empecé a validar mis argumentos… se entiende, si nunca fui una maniática por qué esta vez lo estaba siendo, por qué me parecía lógica y más que factible la ocurrencia de un accidente con futuro televisivo. [Sobre esto último no quiero comentarios: creo que abandoné mi ambición de fama en los primeros años de mi vida.]
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No podía dejar de escrutar a cada pasajero y en ese análisis arduo no se me hacía que esas personas pudieran tener alma de suicida… ¿¡Suicida!? Estaba metiendo a todos los pasajeros dentro de grupo de personas sin ganas de vivir, olvidando encima que yo también estaba en esas condiciones, las de viajar en ese mismo ómnibus.
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Ahora quizás sea preciso aclarar los justificativos básicos de tanto temor… bueno, nieve y viaje nocturno es una combinación, para mí, explosiva.
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[Nota: veo amanecer desde la terminal de Bariloche, sobre contornos andinos.]
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Bueno, sí, si nos ponemos razonables, cualquier viaje en ruta tiene hoy día alta peligrosidad… Pero las cosas pueden ponerse peor en lo que a probabilidades respecta y para mí todas esas probabilidades estaban anoche a favor de la tragedia.
Pero ya ven, cuento este relato en pasado pues superé el viaje al buen estilo marmota e incluso tuvo que venir a despertarme el chofer.
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[Acotación innecesaria (sí, la anoto igual): ¿Por qué las señoras de maestranza suelen llamarse Marta o Susana?]
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Para mi sorpresa el móvil no se había retrasado como suele ocurrir sino que había llegado antes de hora y eso me hizo pensar en que seguramente había viajado a velocidades considerables… pero ya era tarde para cavilar sobre esos asuntos, mejor dicho, ya es tarde para eso.
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Dos días casi completos paseando por la ciudad bonita, con el lago bonito y las montañas también bonitas. Esta vez nevado, un poco más intenso en consecuencia.
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Pero así y todo la inspiración no llegó y quizás sea cierta la patética hipótesis de que sólo la atraigo cuando los pensamientos son oscuros y marchitos.
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Como ahora, que aunque poco sea, tomé la iniciativa de poner el lápiz en acción sólo porque me estoy yendo. Y la voy a extrañar, se lo dije todo el día, como si acaso ello hubiese podido llevarme a que me detuviera.
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Al mejor estilo Tom Hanks, en “La Terminal” por supuesto. La temperatura no es la ideal pero seguramente sea mejor que la de las calles de General Roca a las 7 a.m. en plena temporada de heladas tardías.
Tengo mis… (¡lag!) o al menos sus reminiscencias. Acabo de tener uno de los desayunos más (insípidos + solitarios) de mi vida. ¡Qué honor! Pequeños precios que pago por acercarme a esas montañas que adoro… un falso ascetismo que intensifica el placer que se siente al llegar a un destino encantador. Falso ascetismo, repetí esa frase en varios momentos de la travesía, riéndome luego de mí misma por darle tanto mérito a comer lo suficiente o un poco menos, cargar peso (y no el tortuoso de una 60 litros), padecer las alternancias de temperatura y sentir el dolor en mis pies por tanto andar… aunque claro, con botitas térmicas para nieve alquiladas, qué te pa’.

sábado, octubre 11, 2008

Oops (mid-chapter)

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unatardedeveranosenublóycayeronrayos,semojótodalatierradeljardín.crecieronunasplantasquesequéycortéprimeroydespuésguardéparamí.yahoraquelasmiroyquelastengoaquícuidadas,ellasmeobliganacantarteasí.ellasmeobliganacantarteasí.
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:)

domingo, septiembre 28, 2008

Apl-citi: Parte II

Una viajera empedernida nunca deja de viajar.




26/08/2008


De nuevo en la ciudad del valle fértil de la manzana-ícono. Me sorprendió hallarme más encantada (como si en el verano lo hubiera estado :I) con el paisaje caduco… Me dejo engañar y las bardas son más montaña de lo que un mapa físico les permitiría.
Planeé una escapada pero todo es cada vez más complicado. Como si no tuviera suficiente burocracia en aquel Buenos Aires (!).
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No es que yo crea en todo, aunque un día me dijeron que compraba espejitos de colores, pero dicen que la soledad y la consecuente introspección conducen a vías de canalización productivas y en muchas ocasiones creativas. Esa es, más o menos, la conclusión que saqué de los diversos comentarios que recibí sobre el asunto.
Y quiero creerlo… digamos, quiero creer que estos minutos de infinito desamparo antes de descansar mi cuerpo sobre un sommier de dos plazas, sin escuchar más que el ruido de la calefacción o algún que otro sonido ajeno y lejano… quiero pensar que todo eso está creando algo positivo y que no lo noto porque no pasa (todavía) por mi conciencia.

Se apelotonaron cuestionamientos, autorreproches, culpas y confusiones en el medio de mi garganta y en la punta de mi lápiz. Y es que tantas veces hablé de esto, tan trillado y patético es el tópico.

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29/8


No sabía bien adónde escapar, era menester contemplar un poco, sorber algo de paz de algún paisaje, aunque no pudiera ser el cordillerano ni el infinito marítimo.
Recordé la vista que tuve desde la ruta mientras volvíamos del trabajo… No era muy difícil: caminando al sur iba a encontrar las bardas y el río con su paisaje repetitivo y sereno. La cuestión era pasar esas tantas cuadras, que ahora calculo desde el medio de la ruta, sentada en un intento de plazoleta que debe costar litros y litros de agua a este valle fértil que la juega de oasis de la estepa patagónica. Pero alguien me metió un miedo infundado y por éste no puedo alcanzar la meta tan accesible. Alguien/es me metió un miedo qué sé es infundado y no me dejo avanzar. El maldito síndrome porteño que todo lo puede.



En una raye fugaz, impulsada por la mugre del canal de riego (confieso que casi no lo transcribo):
En el fondo son tan descuidados como nosotros. Tan desprolijos y sucios como nosotros. Muy en el fondo son tan perversos y pedantes como nosotros, tan egoístas, pedantes y necios como nosotros. Son, en el fondo, materialistas y frívolos, obtusos como nosotros.
Ya ven, entonces, que nuestra condición no es la maldad y que si algún indicio de ésta puede percibirse, no es ni remotamente innata (salvo ciertos casos excepcionales, siempre). No somos desdeñables de fábrica (somos tal como ellos) sino que contamos con más medios para expresar nuestra atroz condición y sacarla, desde luego, del fondo y muy en el fondo.






Sin fecha.

Segunda vez que “Notting Hill” profundiza mi padecer en General Roca.



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Anulada.
Les aseguro (¿a quiénes? Ja.) que me senté con una idea y un sentimiento para transcribir, por separado: una idea A y un pensamiento B, totalmente (mentira, sólo en lo superficial) desconectados entre sí.
La idea A era empezar a narrar un cuento, con mis siempre básicas herramientas e influenciada, siempre, por mi entorno actual y mi literatura de turno. Como se puede notar, tomé asiento decidida pero la inspiración ya se había ido para cuando las herramientas estaban dispuestas y lo único que fui capaz de comenzar a escribir fue el comunicado de la idea que tenía.
Misma cosa con el pensamiento/sentimiento B. Desde la mañana el día tuvo cierta peculiaridad y mi enamoramiento furtivo con el mozo de la parrilla fue el aporte faltante para dejarme meditativa, apacible y silenciosa (¡milagro!).
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No deja de maravillarme el canalito, más aún de noche, vestido de anaranjado.
Cuadras y cuadras de boulevard, puentecitos y césped siempreverde. El mismo paisaje repitiéndose una y otra vez, desde Avenida San Juan hasta Mendoza.
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(Cita musical: “mi vida es un vestido descosido… de verano. Corto, muy corto y abrigado.”)


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Sin fecha nuevamente.



La suerte me compensó (“para ingenuos: LA CASUALIDAD NO EXISTE”).
Este mismo mediodía mi compañera no accedió a ordenar unos sabrosos porotos a la provenzal. Horas más tarde, me siento a cenar en el lugar menos planeado y la mesera me compensa sin saberlo con el añorado platillo como invitación de la casa. Así es, me regalaron una porción de porotos… aunque los porotos nunca salen gratis, del pago de encarga la microflora intestinal, e’ así.
Es la primera vez que como sola en un restaurante. El ambiente familiar de “El Diablo Rojo” me ayuda a sentirme cómoda, a no sentir el peso del cartel que nos distingue (a nosotros, los solitarios) entre las numerosas mesas bien pobladas. ¿Estoy, por extensión, en una mesa mal poblada?

(Aviso televisivo: Enviá “mentira” al 1515 y descubrí si tu pareja te engaña.)

En el baño: me parezco más a la dama del sombrero que al caballero con galera. Creo.
Antes de entrar al baño… el único momento en el que puedo sentirme identificada con la palabra dama.



Él me pregunto: “¿Qué es lo que no te deja ser?”

viernes, septiembre 19, 2008

Apl-citi: Parte 1‏

Fragmentos de una viajera empedernida.

26/02/08
No hay diario de viaje. Sólo viaje y poco que contar, porque suelo escribir desde el corazón y éste viene demasiado inactivo. Se tomó licencia.
Me atraen, sí, esas chacras de verde caduco, me provocan. Pero con similar magnitud estimula mis emociones esta cama enorme y vacía, este cuerpo ahora un tanto abandonado y estas ganas... Ay.
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Hay un canal que cruza la ciudad de punta a punta. En las zonas elegantes tiene puentes, césped prolijo y plantas ornamentales a su lado. Le llaman "el canalito".
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28 del 2 (2008)
Álamos en cortina, hileras y más hileras de árboles de fruta, canales con compuertas y estuarios.
Allá a lo lejos, la estepa.
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(Extraña sucesión de pedazos de canciones y dibujos, un vómito de sentimientos que no pienso transcribir.)
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2/3/08
..., con la frente marchita.
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domingo, agosto 03, 2008

... Naturalmente.

Ojalá sea "normal" sentirse estúpido e inútil.
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[…]
"Había dejado caer sus zapatos al suelo y sus pies desnudos estaban cerca de Martín, que estaba perplejo y todavía emborrachado por el relato de Alejandra en la terraza: todo era absurdo, todo sucedía según una trama disparatada y cualquier cosa que él hiciera o dejara de hacer parecía inadecuada.
¿Qué hacía él allí? Se sentía estúpido y torpe. Pero, por alguna razón que no alcanzaba a comprender, ella parecía necesitarlo: ¿no lo había ido a buscar? ¿No le había contado sus experiencias con Marcos Molina? A nadie, pensó con orgullo y perplejidad, a nadie se las había contado antes, estaba seguro. Y no había querido que se fuese y se había dormido a su lado, se había dejado dormir a su lado, había hecho ese supremo gesto de confianza que es dormirse al lado de otro: como un guerrero que deja su armadura. Ahí estaba, indefensa pero misteriosa e inaccesible. Tan cerca, pero separada por la muralla ingrávida pero infranqueable y tenebrosa del sueño.
Martín la miró: estaba de espaldas, respirando ansiosamente por su boca entreabierta, su gran boca desdeñosa y sensual. (…) Temblaba y estaba lleno de ideas confusas, nunca antes sentidas. La luz del velador iluminaba su cuerpo abandonado, sus pechos que se marcaban debajo de su blusa blanca, y aquellas largas y hermosas piernas encogidas que lo tocaban. Acercó una de sus manos a su cuerpo, pero antes de llegar a colocarla sobre él, la retiró asustado.
Luego, después de grandes vacilaciones, su mano volvió a acercarse a ella y finalmente se posó sobre uno de sus muslos. Así permaneció, con el corazón sobresaltado, durante un largo rato, como si estuviera cometiendo un robo vergonzoso, como si estuviera aprovechando el sueño de un guerrero para robarle un pequeño recuerdo. Pero entonces ella se dio vuelta y él retiró su mano. Ella encogió sus piernas, levantando las rodillas y curvó su cuerpo como si volviera a la posición fetal.
(…)
Nunca la conoceré del todo, pensó, como en una repentina y dolorosa revelación.
Estaba ahí, al alcance de su mano y de su boca. En cierto modo estaba sin defensa ¡pero qué lejana, qué inaccesible que estaba! Intuía que grandes abismos la separaban (no solamente el abismo del sueño sino otros) y que para llegar hasta el centro de ella habría que marchar durante jornadas temibles, entre grietas tenebrosas, por desfiladeros peligrosísimos, al borde de volcanes en erupción, entre llamaradas y tinieblas.
Nunca, pensó, nunca.
(…)
La noche, la infancia, las tinieblas, las tinieblas, el terror y la sangre, sangre, carne y sangre, los sueños, abismos, abismos insondables, soledad soledad soledad, tocamos pero estamos a distancias inconmensurables, tocamos pero estamos solos. Era un chico bajo una cúpula inmensa, en medio de la cúpula, en medio de un silencio aterrador, solo en aquel inmenso universo gigantesco."
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De "Sobre héroes y tumbas", E. Sábato.
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domingo, julio 20, 2008

mercedes

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Un poco con el sinsabor del que vuelve solo a casa, pasa un buen rato en situaciones de toilette, se desviste sin apuro y observa compasivamente su ropa interior poco planeada.
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El olor de alguna mujer quedó impregnado en el cuerpo para que dormir sea más difícil y menos deseable. Es un aroma demasiado desgastado.
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miércoles, julio 09, 2008

Secours!



¿Te acordás de los ciclos?
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Seguidillas de eventos,
que se repiten una y otra
(y otra) vez...
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miércoles, julio 02, 2008

pastillas celestes,

no sé qué escribir.


Carlitos estaba triste esa mañana. Tan triste que parecía enojado, tan triste que ni su madre intentó hablarle. Se colgó de la silla del comedor, de la baranda del colectivo, del banco de la clase de las 10.30. Estaba tan triste que no podía decidirse por una causa o motivo para tanta tristeza. A Carlitos esa mañana no le importaba el título inminente, las oportunidades, los logros académicos ni mucho menos los laborales. No ese mediodía.

Estaba estancado, con el único deseo de no hacer, de no hacer nada. Y que las consecuencias que más tarde iban a importar, no importen, y que las cosas que al otro día lo irían a preocupar, ya no existan. Carlitos sabía bien ese día, así como lo sabe durante su temple (sino manía), que no podía dejarse convencer por eso que le hablaba. Nada bueno podía provenir de una voz tan honda y deshecha.

¡Qué triste le ponía saber que también ésa era su voz!
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(El dibujo es obra de mi queridísimo Julito. No podía ser otro.)
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viernes, junio 06, 2008

Que sea doble, cortado y con azúcar.

Cualquiera que me conozca aunque sea una pizca sabrá decir cuánto resquemor me provocan las grandes tiendas fieles al estilo moderno y capitalizado. Pero al entrar en una me sentiría mucho más compungida de lo que verdaderamente me siento si no fuera porque sé justificar mi contradicción. Sí, hace un tiempo ya que me he convencido: no es su mágica receta de hamburguesas plásticas ni el crocante de las papas fritas precocidas y congeladas. También a mí me asombra que no sea algo comestible lo que me hace entrar de cualquier modo. De hecho lo que me atrae, podría decir, es el incomparable anonimato de un café en el rincón de un local de semejantes dimensiones. Y es que gran parte de las veces en las que vago sola es porque realmente quiero estar sola y que mis vínculos sociales no pasen de una cifra al colectivero, un “gracias”, algún “de nada” o una sonrisa amable al transeúnte que me la inspire.
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Domingo, 18:30 p.m. Aunque Belgrano pueda sonarme a opción predecible sé que todavía sigo siendo capaz de sorprenderme. Porque creí que a pesar de los amables consejos de María Paz de este mediodía me veía predestinada a una siesta. La tercera siesta consecutiva, la tercera merienda post-siesta, mi cuerpo friolento pululando por la casa hasta rendirse ante el calor del acolchado violeta-gastado. Y otra vez la lucha con la guía de Pollos que no sabe acomodarse, el lápiz mecánico que parece experto para clavarse en mi espalda y el oportunismo de mi mente cada vez menos paciente para proponer el sueño como la mejor solución.
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No, eso no debía ocurrir otra vez y por alguno de esos impulsos mágicos tomé la iniciativa de calzarme mis zapatillas más cómodas (las que por su ventilación no recomendaría una madre para un día invernal como éste). 18:40 p.m. del domingo, que ahora que lo pienso debería ser feriado, y yo que me conformo tan sólo con haber escapado de esa rutina enfermiza de fin de semana sedentario.
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[Qué modernos, te dan una pajita para revolver el café… los curiosos ya hemos probado la técnica y descubrimos que el cortado sabe mejor luego de haber pasado por el contaminante tubito plástico.]
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Volviendo al asunto de mi casa (no sé para qué me iré si al fin siempre busco volver), me dijeron “Salí. Salí a tomar un café y a mirar gente”. He actuado en consecuencia: salí, miré gente y ahora sorbo lo poco que queda del vigésimo cortado de la semana, sin necesidad de aclarar que no me refiero a la semana que acaba de empezar hoy, domingo. Luego, el subte no tuvo demasiado para contar, salvo el bandoneón de una niña prepotente pero no por eso menos adorable que cualquier otro chiquillo.
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Una vez en Belgrano me dediqué a caminar al son de cualquier balada suicida que mi aparatejo tocara. Hice un esfuerzo por no pensar demasiado en el pasado y me salió bastante bien gracias al antedicho consejo de mirar gente. Inventé una suerte de juego en el que yo me involucraba imaginariamente con cualquier rostro elegido al azar: desde el señor con gesto bondadoso que vendía estuches para celular hasta la elegante señora de nariz respingada que lucía uno de sus celulares con estuche. Sentí el frío en un puesto de feria, el cobijo en el café más coqueto de la cuadra, la tranquilidad en la tienda de libros, la alteración del que pretendía doblar a paso apurado en Cabildo y Juramento. Y, sin que siquiera lo notaran, les regalé mi sonrisa lastimosa como agradecimiento por haberme sacado de esa angustia egoísta que me había dispuesto a tejer y enroscar los días anteriores.
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[Confieso: ratoneo inconciente frente a la tienda de alfombras. Invoqué a mi más reciente “él”, lo hice mi lady in red de Chris de Burgh, tomelo de la cintura y arrojelo a la más mullida.]
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Todavía domingo, nada que me afecte demasiado. Ya estoy rozando las 19, Richard Ashcroft pide una canción para los amantes y yo quiero jugar un rato más con la imaginación para no sentir cómo me aplasta esta realidad de obligaciones banales. Something in the air tells me the time is right pero tengo que ignorarlo (dejarme de joder). Qué lindas telas venden enfrente… uf, para qué lo habré nombrado hace unas líneas. Ahora los ratones de nuevo, pucha, y yo que tengo que apre(he)nderme a los pollos (¡no recuerdes las alfombras de Ciudad de la Paz!). De a poco me voy despabilando, la birome como que se quiere despegar de la hoja y Richard deja de insinuarme. Vamos, qué tan duro puede ser el asunto, despedite.
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Chau, hoja. ¡Chau!

domingo, mayo 25, 2008

cosi cosi.

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. “No tanto que estemos solos, ya es sabido y no hay tu tía. Estar solo es en definitiva estar solo dentro de cierto plano en el que otras soledades podrían comunicarse con nosotros si la cosa fuese posible."

J.C.

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viernes, mayo 23, 2008

Belgrano R.

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¿Qué es lo que Belgrano me transmite? Que muero por escribirlo todo, pasarlo a palabras a todo eso que me da y que es tanto que no puedo (me anulo) escribirlo.
¿Cómo es que Belgrano me lo transmite? Si no hay recuerdos ni hubo un amor. Si sus calles adoquinadas pueden descubrirse en tantos otros barrios (en el mío, por ejemplo), si sus plazas no maravillarían a mi parque vecino y sus árboles, uf, no tienen demasiado que presumir.
Pero lo estoy sintiendo, no me deja razonar. Me tuve que sentar, desconectarme de la música y saborearlo un poco.
Una instantánea: muchacha de verde y cabello negro, contempla en silencio a través de sus enormes gafas que se siguen salpicando. (Se estremece, quizás por el tren, pero disimula cabizbaja). Busca los nombres de las calles lindantes esquivando árboles y un toldo.
Conde, Conde y Echeverría. Es tarde de viernes, y garúa finito.
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“Y la soledad es tan silenciosa”, se planteó Flopito.

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domingo, mayo 04, 2008

roba sonrisas.




"

te juro qe si fuese un fulano qe no existiese previamente en tu mundo, te mandaria una carta diciendo "podria haber hecho algo mas astuto, pero no lo logre... vamos a tomar algun bondi?"

"

sábado, abril 19, 2008

Asunto: Delirium tremens post natalicio‏

viernes, 18 de abril de 2008 02:35:24 a.m.
De: Kaitos

Hola gente, les cuento que tuve un sueño bastante raro, acerca de mis festejos de cumpleaños... en particular del viernes. Se los paso a detallar.

Una vez acabada la fiesta, todos nos disponíamos a retirarnos a nuestros respectivos destinos, cuando una explosión, tipo onda expansiva se hace escuchar en todo el mundo, acompañada por un reflejo extremadamente luminosos que se expande alrededor del globo hasta apagarse en algún polo.

Y entonces todo cambió.

Lu, Lau, Mati y Martín, se encontraban en el medio del océano, piloteando una enorme lancha a través de las olas. Una lancha con forma de chevy. Y atravesaban una tormenta horrible, mientras las chicas cantaban la canción del pejerrey.

Paz, que viajaba en diligencia, se veía envuelta en un malón, antes de poder cruzar la General Paz. Y asomando medio cuerpo por la ventana del carruaje, se disponía a despejar a tiros su ruta, mientras el chofer y los caballos sudaban entre la sangre de sus atacantes.
Parece ser que Paz tiene buena puntería, porque con unos cuantos tiros, acabó con miles de piqueteros vestidos como una banda de sioux.

Mientras tanto Mica, Pina y yo, entrábamos a las apuradas (y a los gritos) a la guardia del hospital Fernández. Lográbamos que nos atendieran en la recepción y una enfermera, que hablaba continuamente con el dedo en la boca pidiendo silencio, nos pide que nos calmemos y que aguardáramos en la sala de espera CA-LLA-DOS. Y nosotros esperábamos por horas, que parecían eternidades.
Mica aprovechaba para flirtear con un enfermero, con miradas extrañas. ... ¡provocaban mucho más terror que otra cosa! Pero la cuestión era que les gustaba.

En un momento, yo le pregunté a Pina cómo se sentía, e instantáneamente un policía que estaba ahí me lleva preso, diciendome que era porque no me había quedado callado como me había dicho la enfermera. Yo me resistía a que el policía me pusiera las esposas y mientras tanto, Mica y Pina se quedaban quietas y en silencio por miedo a que las llevaran presas a ellas también, y Pina no decía nada a pesar del enorme dolor que debía de estar sufriendo con un vasito de plástico incrustado en la frente...
Aún en la sala, justo antes de que el policía me sacara por la puerta, se escucha a la enfermera decir: "¿María Victoria?"
...
silencio
- Enfermera: "¿Hay alguna María Victoria?"
...
silencio
Y yo, amordazado, me retocía tratando de gritar: "¡Sos vos Pina! ¡Andá!"
Y Pina, ahí sentada de la mano de Mica, con un vasito en la frente, permanecía inmutable.

Cuando yo cruzaba la puerta veía al camarógrafo de E 24 que me había estado filmando, y era nada menos que Santiago, que en un momento de descuido del policía, me saca las esposas (vaya uno a saber como) y me deja escapar.

Cuando el policía se da cuenta que me escapé, le pregunta a Santiago si había visto algo, y él, girando la patita derecha un poquito y metiendo un chiflidito de distraído, le dice que no había visto nada.

El cana le pide que le muestre la filmación y él se la entrega sin chistar. Je, ya la había editado.

Espero entre las ambulancias a que se vaya el policía, y con disimulo me acerco a la puerta del hospital, y en cuanto toco la puerta, se escucha de nuevo la explosión y una vez que pasa el inconmensurable flash, volvíamos a estar todos en la mesa del bar, una hora antes de irnos.

....


Fin.

Eso es todo, les pido disculpas si los turba, pero es lo que soñé.

Nos vemos, ¡deseénme suerte para el exámen de forrajes mañana!

Abrazo

PD: Mica flirteaba con un enfermero, con miradas extrañas. Es más, no sé porqué no asocio esas miradas con flirteo... ¡provocaban mucho más terror que otra cosa! Pero la cuestión era que les gustaba.

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Era menester publicarlo sin alteraciones.

Esto es producto de la increíble mente de Marcos Roba, señoras y señores.


miércoles, abril 02, 2008

Tipo... ¡na!

¿Debo hacer duelo, si ya no se me ocurre nada? Si va terminando el año, y no se me ocurre nada. Tal vez, simplemente, no me esté ocurriendo nada y sólo la nada, por eso, se me ocurre.

¿Qué voy a hacer con un cuaderno entero, si ya no se me ocurre nada? ¡Llenarlo de insensateces! ¿O dedicarme al dibujo quizás?
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… Puf, ni para eso.

¿Me falta una musa acaso?
¡Pero si está lleno! Cada rincón, cada persona, cada momento es musa. ¿O es que siempre tengo que hablar de (des-)amor? Voy a quitarme la mala costumbre. Ni que fuera sabroso que me inspire algo tan abstracto, excepto por correr con la ventaja de que nadie es un experto en la materia.

La cuestión.
Llega el nuevo año y yo quería recibirlo con mis cuentas saldadas, mis balances (cualquiera hubiera sido su resultado) cerrados, dejando, como me gusta, declaración escrita.

Pero es como dije antes, no se me ocurre nada y ni sé por qué. No puede ser sólo por la mencionada falta de numen/musa/objeto de inspiración, ni porque llegó a aburrirme mi estrella, mi figura preferida. Me empieza a asustar que pueda no haberme ocurrido nada realmente y que me esté dando cuenta ahora, cuando bajo ninguna circunstancia quiero recurrir al pasado.

Y de a poco me engaño y empiezo a acercarme al tema otra vez, a hablar de lomismodesiempre. Lo siento porque me arremeten ideas, empiezan a fluir y me doy cuenta de cuál es el plano donde efectivamente nada ha ocurrido. Comienzo a notar que desde que empecé con este embrollo verboso quiero hablar de eso, a recordar que anteayer sentía un vacío y que por culpa de un sueño hoy volvió.

Y es verdad, no, no se me ocurre nada, no me está ocurriendo nada ahí donde se me suelen generar las ideas. Estoy vacía, anulada, impotente… pero a pesar de todo, expectante.

sábado, marzo 22, 2008

^^.doc

... Un día, dijiste te inspiré.





[...]

Día dos.
Tic-tic-tic-tic. Panadería. Baltasar. Jefe. Reloj. Noche en vela. Continuo transcribir.
El segundo día pasa rápidamente, escribe casi sin detenerse, ansioso por terminar la novela y por descubrir esta familiaridad que observa en los movimientos de este otro Juan, el personaje.
Aunque trata de ocultarse a sí mismo, le resulta extrañamente interesante la historia de esta chica que sufre por el amor de ese Juan distante, ensimismado en sus propios asuntos. Sigue haciendo comentarios en voz alta, que sólo escucha Baltasar, sobre la mala calidad del manuscrito y el bajo nivel del mismo, pero sabe que sólo es para conservar su posición frente al odio por Ofelia y sus novelas.
Nota que comienza a sentir cariño y a comprender a aquella mujer triste que sufre por amor y se entusiasma con la idea de que sea correspondida. Piensa para sus adentros que todavía no sabe su nombre. Quiere quitarse esta incógnita, este suspenso suspendido en el aire de su habitación.
Comienza a amanecer, se encuentra cerca del final del escrito, pero el mismo ni siquiera se acerca al clímax, todavía no se resuelve el misterio de la mujer sin nombre en busca del Juan distante. Llega a la última hoja. Decide transcribir mientras recita en voz alta lo que sus ojos siguen en el blanco papel manchado de lo que parece ser café.
“…Ella lo busca, lo sigue buscando, pero Juan no está. Tal parece que se ha olvidado de ella, o peor aun, que nunca la ha visto. -¿Dónde estás mi amor?- llora desesperadamente, pero no hay respuesta alguna. Suena el timbre. Llegó el cartero. Abre la carta niña mía, léela en voz alta mí querida:
“… Juan se encuentra escribiendo esto que estás leyendo en voz alta querida niña de la panadería. Juan es tu escritor. Tu traductor. Él nunca te observó como yo lo hice. No sabe de tu existencia, tampoco tu nombre, mucho menos conoce el amor que le tienes.
Es por eso niña que antes de morir te escribí esta carta; para que cuando él contara tu cuento sentado frente a aquella computadora de la que tanto reniega, conociera tu dolor por su continuo desprecio –Sí, sí, lo sé joven, no es desprecio, él tan sólo nunca se dio cuenta de…-. Así que ahora, Eugenia, golpea su puerta, él te espera…” Enter.
Se escuchan tres golpes en la puerta.
–Adelante. Dice él asustado.
–Hola Juan. Dice ella ansiosa.
–Hola Eugenia. Dice él suspirando.







Por María,
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increíble mujer.
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domingo, marzo 09, 2008

Barrio de abuelas y plátanos (las extrañas de pelo negro)

Cuando le puse la correa ya sabía que no íbamos a ir al parque. Tampoco a un lugar bullicioso, no nos gustan y debíamos darnos el gusto esa mañana. Sin dudarlo crucé Santander, evitando inexorablemente los destinos antes mencionados, y nos llevé por el pasaje Juan de Castro, donde ambas sentimos el cosquilleo y algo que nos tomó como un imán de los pies y de las patas.

Hortiguera, la calle de la abuela, habría sido en exceso nostálgica. No quisimos doblar. Seguimos derecho y empezaron a aparecer las casi ruinas de las que en un momento fueron grandes fábricas y oficinas. Víctor Martínez logró conquistar nuestro andar y fue el pasaje al sur. Desde allí, casas de viejos personajes, la fábrica de zapatos, el kiosco con olor a tarde de domingo, otra fábrica, más fábricas. Luego doblamos hacia el este para alargar el camino (ella se veía satisfecha como yo). El paisaje se repetía: ese silencio amigable, interrumpido a veces por una chicharra, el canto de un pájaro, los ruidos de alguna casa (voces, cacharros); mujeres sonrientes en batones y chancletas y el olor a los almuerzos de Juana y Elena en una mezcla inigualable. Lo conocimos así y así debíamos volver a verlo.

Las dos llevábamos esa misma paz. Ni yo rezongaba ni ella ladraba, para mutuo asombro. Creo que pensé en muchas cosas durante ese trayecto, del pasado y el presente (un poco del futuro quizás). Me sentí apenada por esos momentos en que olvido el valor de todo eso que siempre me acogió. Recuerdo claramente lo que pensé mientras caminábamos por Picheuta, justo después de pasar por un pasaje llamado Caperucita: “No sé exactamente lo que es estar triste o estar feliz, caen lágrimas sobre mi sonrisa encendida. El aire nos abraza, estamos viviéndolo. Feliz o triste, estoy viva, y a veces me ocurre que lo olvido”.
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sábado, febrero 23, 2008

Quiero jugar (fee l li ke pla yin’)


Yo le propongo:

-> Cuénteme 3 (tres) cosas, si quiere 4, que de mí sepa y que yo no haya expresado explícitamente en este u otro sitio web.



No se niegue, por favor. Sólo son… “pistas sutiles”.

domingo, febrero 17, 2008

missing


leaving Río Arrayanes, 09/01/2008
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La instantánea consumición del pálpito.
Que reaparece. Que ahora que lo abandono de nuevo
, reaparece.

sábado, febrero 02, 2008

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Todas las que conozco son putas, ex-putas,
locas. Veo hombres con mujeres
tranquilas, amables, los veo en los supermercados,
los veo caminando por las calles juntos,
los veo en sus departamentos: gente en
paz, viviendo juntos. Sé que su paz
sólo es parcial, pero hay
paz, a menudo horas y días de paz.
Todas las que he conocido son adictas a las pastillas,
alcohólicas, putas, ex-putas, locas.
Cuando una se va
llega otra
peor que la anterior.
Veo tantos hombres con chicas tranquilas y limpias
bien vestidas
chicas con caras que no son lobunas
o predatorias.
"No traigan más una puta por acá", les digo a
mis pocos amigos, "me voy a enamorar de una".
"No podrías estar con una buena mujer, Bukowski".

Necesito una buena mujer,
necesito una buena mujer,
más de lo que necesito esta máquina de escribir,
más de lo que necesito a mi auto, más
de lo que necesito a Mozart.
Necesito tanto una buena mujer que
puedo saborearla en el aire, puedo sentirla
en la punta de mis dedos,
puedo ver veredas construidas
para que sus pies caminen,
puedo ver almohadas para su cabeza,
puedo sentir mi risa que espera,
puedo verla acariciando un gato,
puedo verla durmiendo,

puedo ver sus pantuflas en el piso.
Sé que existe
pero, ¿Dónde está ella en esta tierra
mientras las putas continúan llegando?






"Chicas tranquilas y limpias con lindos vestidos", Charles Bukowski.