domingo, septiembre 28, 2008

Apl-citi: Parte II

Una viajera empedernida nunca deja de viajar.




26/08/2008


De nuevo en la ciudad del valle fértil de la manzana-ícono. Me sorprendió hallarme más encantada (como si en el verano lo hubiera estado :I) con el paisaje caduco… Me dejo engañar y las bardas son más montaña de lo que un mapa físico les permitiría.
Planeé una escapada pero todo es cada vez más complicado. Como si no tuviera suficiente burocracia en aquel Buenos Aires (!).
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No es que yo crea en todo, aunque un día me dijeron que compraba espejitos de colores, pero dicen que la soledad y la consecuente introspección conducen a vías de canalización productivas y en muchas ocasiones creativas. Esa es, más o menos, la conclusión que saqué de los diversos comentarios que recibí sobre el asunto.
Y quiero creerlo… digamos, quiero creer que estos minutos de infinito desamparo antes de descansar mi cuerpo sobre un sommier de dos plazas, sin escuchar más que el ruido de la calefacción o algún que otro sonido ajeno y lejano… quiero pensar que todo eso está creando algo positivo y que no lo noto porque no pasa (todavía) por mi conciencia.

Se apelotonaron cuestionamientos, autorreproches, culpas y confusiones en el medio de mi garganta y en la punta de mi lápiz. Y es que tantas veces hablé de esto, tan trillado y patético es el tópico.

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29/8


No sabía bien adónde escapar, era menester contemplar un poco, sorber algo de paz de algún paisaje, aunque no pudiera ser el cordillerano ni el infinito marítimo.
Recordé la vista que tuve desde la ruta mientras volvíamos del trabajo… No era muy difícil: caminando al sur iba a encontrar las bardas y el río con su paisaje repetitivo y sereno. La cuestión era pasar esas tantas cuadras, que ahora calculo desde el medio de la ruta, sentada en un intento de plazoleta que debe costar litros y litros de agua a este valle fértil que la juega de oasis de la estepa patagónica. Pero alguien me metió un miedo infundado y por éste no puedo alcanzar la meta tan accesible. Alguien/es me metió un miedo qué sé es infundado y no me dejo avanzar. El maldito síndrome porteño que todo lo puede.



En una raye fugaz, impulsada por la mugre del canal de riego (confieso que casi no lo transcribo):
En el fondo son tan descuidados como nosotros. Tan desprolijos y sucios como nosotros. Muy en el fondo son tan perversos y pedantes como nosotros, tan egoístas, pedantes y necios como nosotros. Son, en el fondo, materialistas y frívolos, obtusos como nosotros.
Ya ven, entonces, que nuestra condición no es la maldad y que si algún indicio de ésta puede percibirse, no es ni remotamente innata (salvo ciertos casos excepcionales, siempre). No somos desdeñables de fábrica (somos tal como ellos) sino que contamos con más medios para expresar nuestra atroz condición y sacarla, desde luego, del fondo y muy en el fondo.






Sin fecha.

Segunda vez que “Notting Hill” profundiza mi padecer en General Roca.



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Anulada.
Les aseguro (¿a quiénes? Ja.) que me senté con una idea y un sentimiento para transcribir, por separado: una idea A y un pensamiento B, totalmente (mentira, sólo en lo superficial) desconectados entre sí.
La idea A era empezar a narrar un cuento, con mis siempre básicas herramientas e influenciada, siempre, por mi entorno actual y mi literatura de turno. Como se puede notar, tomé asiento decidida pero la inspiración ya se había ido para cuando las herramientas estaban dispuestas y lo único que fui capaz de comenzar a escribir fue el comunicado de la idea que tenía.
Misma cosa con el pensamiento/sentimiento B. Desde la mañana el día tuvo cierta peculiaridad y mi enamoramiento furtivo con el mozo de la parrilla fue el aporte faltante para dejarme meditativa, apacible y silenciosa (¡milagro!).
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No deja de maravillarme el canalito, más aún de noche, vestido de anaranjado.
Cuadras y cuadras de boulevard, puentecitos y césped siempreverde. El mismo paisaje repitiéndose una y otra vez, desde Avenida San Juan hasta Mendoza.
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(Cita musical: “mi vida es un vestido descosido… de verano. Corto, muy corto y abrigado.”)


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Sin fecha nuevamente.



La suerte me compensó (“para ingenuos: LA CASUALIDAD NO EXISTE”).
Este mismo mediodía mi compañera no accedió a ordenar unos sabrosos porotos a la provenzal. Horas más tarde, me siento a cenar en el lugar menos planeado y la mesera me compensa sin saberlo con el añorado platillo como invitación de la casa. Así es, me regalaron una porción de porotos… aunque los porotos nunca salen gratis, del pago de encarga la microflora intestinal, e’ así.
Es la primera vez que como sola en un restaurante. El ambiente familiar de “El Diablo Rojo” me ayuda a sentirme cómoda, a no sentir el peso del cartel que nos distingue (a nosotros, los solitarios) entre las numerosas mesas bien pobladas. ¿Estoy, por extensión, en una mesa mal poblada?

(Aviso televisivo: Enviá “mentira” al 1515 y descubrí si tu pareja te engaña.)

En el baño: me parezco más a la dama del sombrero que al caballero con galera. Creo.
Antes de entrar al baño… el único momento en el que puedo sentirme identificada con la palabra dama.



Él me pregunto: “¿Qué es lo que no te deja ser?”

1 comentario:

Anónimo dijo...

ché, quenel desierto tu vibrato ha de elevarte!
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