sábado, marzo 31, 2007

Pini. Y yo.

... Éramos como pan... y mantequilla.

Par de bobas. Porque nos reímos de nosotras mismas, principalmente por eso y porque sabemos aceptar la estupidez que nos adjudican. Sabemos argumentarla elegantemente y eso nos hace más tontas aún frente a aquellos que espían al mundo por el hueco deforme de la cerradura. ¿Lo ves?: Las locas (¡son raras, sí!) juegan a que meditan mientras secan sus zapatillas al sol, las locas leen juntas y se aislan cuando el resto sociabiliza. ¿Qué hace ese par de bobas? ¿Por qué no se pintan y se alisan el pelo?

No nos pusimos el atuendo adecuado y por eso así la noche, por eso y porque nos gusta así. No queríamos aquello del ritual barato, pura monotonía, cosas que pueden conseguirse (sólo y sólo con el atuendo adecuado). Ellas bailaban como quien se obliga a cumplir una labor, con un poco más de esfuerzo pues era preciso mentir. Nosotras, mientras tanto, nos reíamos de eructos y de catrieles en una esquina. O hablábamos de gramática y ortografía un sábado por la noche, de verbos imposibles frente a un capuccino. O de la Botánica Oculta y los poderes oscuros de la mandrágora. O hacíamos poesía de la canción que Rodrigo le dedica a Maradona. Todos ellos, retrucándole el amor que sus novios les juraban vía celular. Nosotras, con Don Bosco.

Nosotras, jugábamos. Y por eso, la risa.

Pero ellos no juegan, ya son adultos. Nosotras, par de bobas.


Hecho junto con
Pinina.

domingo, marzo 25, 2007

Chrysanthemum x morifolium

Crisantemos en junio para el día del padre. También el dos de noviembre, costumbre de cementerio. Crisantemos, no rosas finas, ni claveles como en Italia, lo aclaró el profesor.

Chrysanthemum listos para junio, porque mueren más padres que madres. Observación a favor de la hipótesis nula (algo así), vaya rol el mío, sólo que sin esas flores de cementerio, papel trágico en el cine de industria nacional, ramo cómplice de penurias e hipocresía. Muchos tíos decoran la mentira con Crisantemos (coronas, ramos enormes, tus tíos que siempre te querrán), muchos hijos, muchos que se decían dignos enemigos nuestros.

Dominando al fotoperíodo se tienen los mejores vestidos para la tía hipócrita, el jefe asesino. A un solo paso los días cortos del Crisantemo, polietileno negro arriba de los inmaduros... Pero si eso es lo que deberían usar aquellos visitadores de cementerio, frecuentadores vestidos de especie compuesta y mortuoria.

El dos de noviembre invita al turismo puertas adentro del Chacarita. Hasta el bisabuelo del abuelo recibe su moribunda inflorescencia, conmemoramos su fertilidad con esa reina del cementerio, competencia del clavel, que quiere además estar en manos de la prometida. Es preciso forzar una lágrima y limpiarla exageradamente, es pertinente llorar en el cementerio, flor por flor, abuelo por abuelo. Salir conforme, con las manos vacías impregnadas. Recordar el cumpleaños de alguna sobrina y recurrir sin repensarlo a un ramo de flores, barato, que no sean Crisantemos, por favor, que parecen de cementerio.
Si no me dejás poner espacios, voy a tener que hacer esto.
Sí, sí, sí.
¡Ja!
“[…] Un hombre de la edad media despreciaría nuestra vida actual como algo mucho peor que cruel, terrible y bárbaro. Cada época, cada cultura, cada costumbre y tradición tienen su estilo, sus ternuras y sus durezas correspondientes, sus bellezas y sus horrores; dan por sentados ciertos dolores, soportan con paciencia ciertos males. La vida humana se convierte en un verdadero sufrimiento, un auténtico infierno, sólo allí donde se superponen dos épocas, dos culturas y religiones. […]”

Harry Haller.

miércoles, marzo 21, 2007

Brain damage


Homenajeando humildemente a la noche del sábado 17.



¿Qué hay dentro de un punto? Acércate un poco más. ¿Qué hay detrás de un punto? Siempre te dije que absolutamente nada pero aunque me vieses dibujándolo en el mismísimo vacío luego te asomarías para ver qué esconde su espalda. Te preocupa, te confunde ese punto burlón, que en su astucia aparenta no decir nada. No podrías caer tú en el truco de alguna tonta figura puntiforme que pretende pasar desapercibida por su simpleza. Por momentos no sé si seguir admirándote, ¿cuánto tiempo más necesitas estar parado frente a él para asegurarte de que es sólo fruto de la casualidad? Aquel punto audaz que imaginas quizás ni exista pero pareciera que tan tonta cosa es todo en lo que piensas. Ya me pareces obsesionado, obstinado pues no quieres escucharme mientras te explico que cualquiera puede tomar un crayón y pintar un círculo imperfecto. ¿Por qué no pruebas tú también? Así, siendo el intérprete, sabrás que no oculta nada. Aunque no lo sé. Conociéndote, es probable que hasta de tu subconsciente desconfíes. Quién sabe qué macabras formas de esconder atrocidades tiene… hasta con un punto podría hacerlo.

lunes, marzo 12, 2007

Antes de meridiano


A lo que puede llevarte un día de tormenta...

Me fui a acordar del sueño justo ahí, siempre oportuna, viendo cómo la vela a don Expédito iluminaba el especiero en forma de gorda. Nunca había estado mi casa tan tenebrosa a las diez a.m., ni con esas tormentas matutinas que me alegran el día. Había sido por una suerte de fusión subconsciente del loquero de Julio con los espíritus, médiums y materializaciones de la venganza de Dolina. Era entonces yo, afortunadamente acompañada, visitando casi turísticamente un manicomio que por motivos que un no-soñante no puede discernir, debía ser conocido y aprendido en toda su estructura y contenido. 
Me encontraba en determinado momento con una interna que no hubiera creído paciente ni loca ni desequilibrada. No voy a darle el gusto a ningún terapeuta, reservando para mí y para el lector de este relato el diálogo con la mujer sin nombre ni número. La primera en emitir sonido fue una enfermera, bien representada por su uniforme y cara de enfermera (vaya cosa), haciéndome una pregunta descolocada: “¿Sabés hace cuánto murió su padre?”. Me sentí inmediatamente indagada, incluso atacada, y así hice un rápido cálculo cuyo resultado comparé con el de la otra paciente (la paciente, quiero decir). ¿Acaso iba a juzgarse una falta de desapego? Entonces mis siete-ocho años eran menos cosa que sus veinte, todo más justificado (falta de tiempo, un poco más de tiempo). Pero sin embargo veía a la lección caer sobre mí. Pesada, frívola lección de terapeuta, dejalo ir, él quiso irse sin antes pedir permiso. Patrañas, carajo.
En tres segundos -porque mi mente se está desacelerando paulatinamente- me sentí más paciente que nunca, autodiagnosticada, sello rojo en mi expediente, documentación e historia clínica. Alérgica, estúpida y loca. Cerró la boca un psicoanalista interno, callado por otro que iba a tomar la palabra en cuanto mi raciocinio interpretara la nueva información que me daba esta vez no la enfermera sino la paciente. “¿Creés en la energía?”, inquirió. ATPmonedaenergética, energía química, mecánica, cinética. Emmm, emmm, sí, claro que creo (¡qué diablos!).
“Pues lo que yo veo es más que un cúmulo energético, muchacha. Pura materialización (he aquí a Dolina cito por mi somnolencia), todas las noches, de mi padre que no entiende que es hora del descanso eterno y el paraíso interior”. Volví a mirar su rostro luego de varios minutos de contemplar algo que ahora no recuerdo y eso me llevó un poco más a aquella realidad, de ella interna, yo visitante, la otra enfermera. Sus rasgos dibujaban el terror y el cansancio por tanto terror y yo lo entendí: todas las noches el espíritu moldeado en materia, cosa rara pero palpable, mas también visible. Viví sus noches a través de sus pupilas dilatadas por la escasa iluminación del recinto. Luego del terror sentí culpa, culpa por temerle al viejito, porque al fin y al cabo yo estaba trasvasando su realidad a mi propia vida. Debatía en silencio, me dejé visitar por mi padre todas las noches y estúpidamente mis pupilas también se dilataron y ya no era la falta de luz, eso no.

[La vela a don Expédito se enaltece en la progresiva oscuridad.]

Hubiera hecho lo mismo que la enfermera, harta del silencio y de conversar con los internos. Me quiso rescatar, yo la escuchaba a lo lejos, acomodando sabiamente las palabras para que yo comprendiese la patología, para que saliera de una realidad que no era mía ni de nadie real (o cuerdo, no sé). Acompañé la mirada de mi compañera hasta la puerta que se entreabría dejando pasar un rostro sonriente, éra(mos) pura pupila. Ella y yo, que lo entendía todo, que veía entrar a esa masa con forma y energía, energía y forma de padre de ella. Sonreía tontamente, sin entender que era la hora del descanso, que no debía regocijarse por estar ahí y menos aún acompañado, menos aún acompañado por papá mío que se regocijaba de alegría al verme, repleto de materia y energía se estrellaba contra mis pupilas que comprendían todo, desde el terror hasta la materialización.


Imagen 1. De la vida y sus penas.

jueves, marzo 01, 2007

Sí, quiero.

Sucesivas fueron las invitaciones de pino hembra (de ahora en más, Pina) a que yo cree un espacio de este tipo, con menos imágenes y más letras. Ella sabe, como yo que no me animaba a asumirlo, que el drenaje de mis excesos (ja) será más efectivo de este modo.

No voy a repetir las palabras que dice mi perfil. Mis publicaciones serán esporádicas pero en consecuencia espontáneas.

¡Enhorabuena!