miércoles, septiembre 12, 2007

Sub-20



Todas las otras cosas en las que me había fijado anteriormente cedieron su lugar sin mayores problemas y así, de repente como ocurre una mirada, toda imagen suya se correspondía con un ojo, un ojo manchado en el cristalino, un iris irregular como nunca lo había visto antes.



reviviendo.


20 años. Ya no sos la misma. Lo sentís mientras caminás por la calle, tu andar cambió y para bien. Es la actitud que hubieras querido tener a los quince para no cargar ahora con (todos) esos recuerdos de amores frustrados. Ahora es bien distinto. Sonrisas al espejo y un retoque al revoltoso peinado. Tu andar cambió. En la calle, hasta en el colectivo. Tomó su tiempo, es verdad, pero una construcción sólida no se derrumba así porque sí… ¿O sí?
Como un huracán imprevisto (y como tonta analogía) un hombrecito de dieciocho arrasa con tu nueva imagen y desploma tu pedestal. Otra vez la fea, la tonta, la aburrida e ignorante. Poco diálogo y menos aún belleza. La lengua se traba y es mejor callar. Tampoco es propicio reír si te acordás de esas fotos horrendas que siempre salteás en el álbum. Para colmo, los pies sucios, las piernas peludas y tu estúpida y sumamente ingenua imaginación haciéndote creer que los ojos más lindos del recinto te están mirando justo a vos. Pero ni te ilusionás, ya salió la perdedora del baúl.
Al principio te distrae mirarlo una y otra vez. Más tarde te causás gracia y por último bajas el mentón por (auto) compasión. Se siente como a los quince. Igual pero con veinte. El galancito con novia rompiéndote el corazón sin siquiera darse por enterado. Ladrón… mientras soñabas con él se llevó tu actitud.